Misterio sagrado:
¿Qué vino bebió Jesús durante la Última Cena?
Albert Domenech LA VANGUARDIA
El vino ha
sido una de las bebidas más importantes a lo largo de las Sagradas
Escrituras. De hecho, en toda la Biblia sólo
se nombran tres bebidas: agua, leche y vino. Más allá del valor
simbólico que adquiere el caldo en el pasaje de la Última
Cena, y que ha perdurado hasta los días actuales a través
de las liturgias eucarísticas simbolizando la sangre de Jesús, hay
una pregunta, un misterio si lo preferís, que ha generado cierta
curiosidad mundial: ¿qué tipo de vino fue el que consumió Cristo
en esa velada.
Ya
os avanzo que el enigma sigue generando, siglos después, diferentes
tipos de hipótesis y teorías, por lo que advierto que con este
escrito no se quiere engañar a nadie, simplemente poner encima de la
mesa un misterio que, no por menor, ha acompañado la historia
bíblica desde tiempos inmemorables. Está claro que no se llega al
nivel del entresijo del cáliz,
y su insaciable búsqueda, pero el asunto del vino también ha
conllevado cierto interés como ahora veréis.
Vino
tinto en Palestina
La
propia Biblia asegura en uno de sus pasajes que lo primero que
hizo Noécuando
bajaron las aguas del diluvio fue plantar una viña. Una bebida que
también ha estado presente en otros capítulos históricos, como el
citado relacionada con la Santa Cena. El imperio Romano fue una de
las civilizaciones que propagó más enérgicamente el cultivo de la
vid, plantándola en gran parte de su extenso territorio. De la
antigua Grecia aprendieron algunos costumbres como rebajar su alta
graduación alcohólica con agua en proporciones dependientes.
Aunque
el vino preferido por los romanos era el blanco, en las regiones de
Palestina se consumía más el vino tinto, que es el tipo de caldo
que siempre se nombra en la Biblia. Aún así, en esa zona también
existía la práctica de agregar al vino agua, e incluso miel o
especias. Una técnica que, unidos a otros métodos como dejar las
uvas expuestas a la acción de humo caliente, le daba a la bebida
cierto sabor ahumado, según detallan algunos historiadores de la
época citados por el sommelier Diego
Di Giacomo, en algunos de sus artículos sobre el tema.
Syrah:
cepa de origen persa
El
propio Giacomo asegura que entre los estudiosos del vino de la época
hay discrepancias acerca de las variedades de la uva de aquellos
tiempos. No es fácil establecer de qué cepas actuales fueron las
ancestrales, aunque la práctica totalidad de los expertos reconoce
que dominaba la que sería el antepasado de la actual Syrah,
una cepa que tendría su origen en Persia.
Es
por ello que, según algunos entendidos del tema, el vino que bebió
Jesús en la Última Cena, durante la época de Pascua, sería, con
cierto margen de error, un caldo denso, de cierto cuerpo, con un
breve añejamiento, una graduación alcohólica en torno a los 14
grados procedente de las uvas parientes de la que hoy se conoce como
Syrah.
Recreación
histórica
Por
su parte, científicos israelíes de la Universidad
de Ariel, en Cisjordania, está tratando desde hace unos
años de recrear el clado existente en la época de Jesucristo. Para
lograr su objetivo, los expertos usan una serie de semillas de uva
cercanas a sus parientes de esa época y el resto de vasijas de barro
encontrados en templos judíos donde se almacenaba esa bebida. Por el
momento, han identificado 120
tipos de uva distintas que crecían en la antigua
Israel hace unos 2.000 años.
Desde
la Universidad, que ahora trabaja en base a 20 variedades, aseguran
que todavía deberán pasar algunos años antes de poder probar un
brebaje similar al que se sirvió durante la Última Cena, aunque en
2014 lograron llenar unas 2.500
botellas de vino a partir de las uvas Maaravi,
variedad desaparecida alrededor del año 220 d.C y que fue rescatada
gracias a las investigaciones de enólogos y arqueólogos.
Interrogantes
abiertos
También
destaca la investigación de dos arqueólogos italianos, Generoso
Urcioli y Marta
Berogno, que usaron versículos de la Biblia para
investigar sobre la época de Jesús. Entre sus conclusiones, en las
que aseguran que la cena no se hizo en una mesa rectangular, sino que
Jesús y sus apóstoles estaban sentados en el suelo con cojines,
explican que en esa velada también se sirvieron estofado de judías,
carne de cordero, aceitunas, salsa de pescado y hierbas amargas.
También
hay voces que aseguran que lo que Jesús bebió
no fue vino sino jugo de uvas, o que el caldo de la velada no era
vino fermentado. Lo que parece evidente es que resulta prácticamente
imposible determinar qué gustos o aromas similares a los actuales
podrían tener ese vino, aunque también son muchos los estudiosos
que coinciden en señalar que si tuviéramos la posibilidad de
probarlo en la actualidad, como pretenden los expertos de la
Universidad de Ariel, tiene muchos números de no ser de nuestro
agrado. Aunque ni siquiera esta afirmación es demostrable.
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