CANT DE LA SIBIL.LA
LA SAGRADA FAMÍLIA
No deixa de ser un contrasentit que la celebració
de la Festa de la Sagrada Família s’associï gairebé inconscientment amb
el model de família que fins fa pocs anys era l’habitual en el nostre entorn,
tot i que sospito que el concepte de família “tradicional” respon més a un
estereotip que a una realitat, que sempre és més plural i més dinàmica que no
pas la idea que en tenim.
Dic que em sembla un contrasentit, perquè no es pot
pas dir que, segons els relats de la infància de Jesús, la seva família fos
gaire convencional: no s’ajusta gaire al que deurien ser els patrons habituals
a la Palestina rural del segle I. Allò que remarquen els evangelis i allò que celebrem
és sobretot l’acollida de Déu a la pròpia vida, la confiança i la llibertat per
seguir-lo més enllà dels costums i les seguretats, l’estimació mútua, l’amor
incondicional. La família és el lloc de trobada en l’amor, però com si fos un
tastet de la transfiguració, és també el lloc des d’on s’empeny els seus
membres cap enfora: cap a Egipte, cap al Temple, i en el Jesús adult, cap al
poble. No és, doncs, una família tancada en ella mateixa. Ben al contrari. En
cert sentit és una família que arrisca. No busca la seguretat de la llar de
foc, sinó el Regne de Déu, ben a la intempèrie.
Per això la Sagrada Família continua sent “el”
model, encara que vagi passant per institucions familiars culturals molt
diverses arreu del món, que sempre són expressió concreta i incompleta d’una
realitat més gran des d’un punt de vista cristià. El valor, crec jo, rau en la
qualitat de l’estimació entre les persones i no en el model institucional,
encara que, porucs com som, tendim a tèmer les novetats i a idealitzar les tradicions.
Però hi ha unes quantes realitats de què podem alegrar-nos i que no estaria
gens malament que s’expressessin d’alguna manera en les nostres celebracions
d’aquesta Festa: el major grau d’igualtat entre homes i dones, que fa que les
dones ja no siguin tan depenents econòmicament de les seves parelles i que els
homes es comprometin més i millor en el dia a dia familiar; la major implicació
de molts homes en l’atenció i cura de les persones de casa que ho necessiten;
l’acollida dels infants amb discapacitat i la lluita perquè les retallades no
afectin la qualitat de la seva atenció; la bona disposició de tantes parelles,
avis, oncles, germans, tiets, quan s’ha produït un trencament familiar i nous
aparellaments, per acollir i estimar els fills i filles de “l’altre”; el suport
mutu de tantes famílies en moments de crisi, d’atur, d’estretor econòmica; la
millor acceptació social de pares i mares solters sense estigmes;
l’acompanyament en els moments difícils, en la malaltia i en la mort...;
l’acolliment dels familiars homosexuals, que es poden expressar amb llibertat i
naturalitat; el suport als joves sempre en situació laboral precària; el
respecte per aquests joves que conviuen en parella i ja no es casen, però que
igualment estimen i són estimats.
Són signes d’amor, de confiança i de llibertat,
encara que apareguin en moments de fort canvi, d’una certa confusió, amb
interrogants i en models que possiblement no passarien la “prova del cotó” de
l’ortodòxia eclesial, però això no els treu autenticitat des del punt de vista
de l’amor, de la mateixa manera que determinades formes de matrimoni no
garanteixen per si mateixes l’amor mutu dels seus membres.
Alegrem-nos-en i celebrem-ho, perquè també són
signes que Déu es manifesta a través de tota realitat humana, més enllà de
models i cultures.
(Publicat a Catalunya
Cristiana)
Publicat per
Mercè Solé a 10:00 Cap comentari:
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El Papa Francisco ofreció, este lunes 22 de diciembre en su discurso a los
cardenales y monseñores de la Curia romana para felicitarles la Navidad en la
Sala Clementina del Vaticano, un catálogo de probables enfermedades o
tentaciones, y animó a confesarse para preparar el corazón para la fiesta del
nacimiento de Jesús.
En primer lugar advirtió de la enfermedad de sentirse inmortal, inmune e indispensable. "Una Curia que no se autocritica, que no se actualiza y trata de mejorar es un cuerpo enfermo", advirtió. Contra la patología del narcisismo, del creerse superior a los demás en lugar de una persona al servicio de todos, propuso la gracia de sentirse pecadores.
A continuación previno de la enfermedad del “martalismo”, de la excesiva actividad, que también afecta a la Iglesia, de trabajar sin detenerse a contemplar a Cristo. "El tiempo de descanso es necesario", dijo: pasar tiempo con los familiares, respetar las fiestas, ... “hay un tiempo para cada cosa”.
A continuación apuntó la enfermedad de la insensibilidad humana, de poseer un corazón de piedra, de perder los sentimientos de Jesús, que hace perder la serenidad y la vivacidad, a quien la padece. “No somos máquinas –constató el Papa-, debemos tener los mismos sentimientos de Jesús”: humildad, generosidad,...
Seguidamente habló contra la excesiva planificación y el funcionalismo, enfermedad o tentación que convierte a la persona de Iglesia en mero contable o comercial. Contra ello, propuso el antídoto de no querer pilotar la libertad del Espíritu Santo, ponerle límites.
Después señaló la enfermedad de la mala coordinación, que aparece cuando los miembros del Cuerpo de la Iglesia no colaboran entre sí. El Pontífice propuso la metáfora del cuerpo que no obedece a la cabeza (Cristo) -“el pie que le dice a la cabeza: yo voy por mi lado”- y pidió colaboración entre las personas que siguen a Cristo.
La siguiente del catálogo fue “la enfermedad del "alzheimer espiritual", del olvido de la historia de la salvación, de la historia personal con el Señor, del primer amor. Francisco advirtió que perder la memoria del encuentro con el Señor lleva a las personas a vivir en los “caprichos “ personales y adorando “los ídolos que han hecho con sus propias manos”.
Después advirtió de la enfermedad de la rivalidad y de la vanagloria, que “aparece cuando la apariencia y los sueños de gloria se convierten en el primer objetivo” del trabajo y el servicio. Contra ella recordó las recomendación de san Pablo de “considerar a los demás superiores de sí mismo”, e invitó a no ser enemigos de la curz de Cristo, sino adoradores del dolor y el sufrimiento de los demás.
Francisco citó entonces “la enfermedad de la esquizofrenia existencial, la de vivir una doble vida fruto de la hipocresía y el vacío espiritual”. Quienes la sufren pierden el contacto con la realidad, sumiéndose en un mundo paralelo, y pueden escudarse en sus títulos universitarios o de sus cargos. Para combatirla, el Pontífice pidió ser humildes en la fe y en las obras.
Y el Obispo de Roma habló también de una tentación de la que ya ha advertido en varias ocasiones: la enfermedad del cotilleo, de la murmuración, que “es grave”, aseguró: empieza en hacer una simple charla pero se instala en la persona convirtiéndola en semilla de cizaña. “Hermanos, guardémonos del terrorismo del cotilleo”, pidió.
La siguiente enfermedad del catálogo de Francisco fue la de los que cortejan a sus superiores para obtener beneficios personales: personas “víctimas del carrerismo y el oportunismo” que siempre piensan en lo que debo obtener, en lugar de en lo que puedo ofrecer, personas "mezquinas e infelices", aseguró.
En el otro lado situó a los jefes que hacen de todo para obtener el servilismo y la sumisión de sus subalternos, incluso humillándolos, enfermos del individualismo que quiere retener para sí los tesoros del Señor. El Papa lamentó lo que ocurre "cuando el más experto no pone su conocimiento al servicio de los otros” e invitó a las personas más preparadas a ponerse al servicio de los demás y ser ejemplo de compañerismo y sumisión. La “enfermedad de la indiferencia respecto a los demás” aparece cuando uno sólo piensa en sí mismo, e incluso llega a alegrarse de ver al otro caer, prosiguió el Papa. Francisco advirtió seguidamente de la enfermedad de la cara fúnebre, que lleva a tratar con dureza y arrogancia a los demás, incluso con severidad teatral, con cara larga, quizás para ganarse su respeto. “El apóstol debe esforzarse por ser cortés, sereno”, sonreír y ser afable, manteniendo la alegría incluso en los momentos difíciles, dijo Francisco. En este sentido, el Papa invitó a los miembros de la Curia a no perder nunca el "espíritu alegre, lleno de humor e incluso autoirónico”. Destacó la importancia del sentido del humor, y confesó que para pedirlo, cada día reza la oración de santo Tomás Moro. Continuando con el catálogo de enfermedades, habló de la de “acumular bienes materiales, no por necesidad sino para sentirse seguro”, que sólo puede traer tristeza, dijo, y relató una anécdota. En un tiempo en que los jesuitas describían a la Compañía de Jesús como "la caballería ligera de la Iglesia", un joven jesuita mientras hacia un trasteo de varios libros y cosas pesadas acumuladas, escuchó a un viejo jesuita que le dijo con burla: Y esta sería la caballería ligera de la Iglesia... También advirtió contra la enfermedad de la división, recordando que Jesús decía que cada rayo no se divide en sí mismo. La división entre los seguidores de Cristo es como el fuego amigo entre o soldados del mismo bando, dijo, y advirtió del síndrome del “círculo cerrado”, con el que “la pertenencia al grupito se hace más fuerte que la pertenencia al cuerpo entero, incluso a Cristo”. La siguiente fue la enfermedad del provecho mundano, que afecta al apóstol que se exhiben para mostrarse más capaces de los demás y transforman su servicio en poder, buscando siempre insaciablemente más poder, sin importarle los medios que deba usar. Para ilustrarla, habló de un sacerdote que llamaba a los periodistas para explicarles e inventar asuntos privados de sus hermanos, sólo para creerse poderoso. “Quería fama, cuánto mal hacía a la Iglesia... ¡pobrecito!”, exclamó el Papa. El Papa dijo que todas estas enfermedades son hoy un peligro, no sólo para la curia, sino para todos los cristianos, para las comunidades, movimientos, grupos y parroquias. Sin embargo, recordó la cura a todas ellas: vivir en la verdad y la caridad. Cristo es la cabeza y da fuerza a cada miembro de la Iglesia. "El Espíritu Santo cura toda enfermedad” -añadió-, “es él el promotor de la armonía”, y afirmó que la curación es también fruto de la conciencia de padecer la enfermedad, así como de soportar con paciencia y perseverancia la cura. La curación es también fruto de la conciencia de la enfermedad y de soportar con paciencia y perseverancia la cura, añadió. Agradeció y destacó el servicio cotidiano de la Curia, señalando que en una ocasión leyó que “los sacerdotes son como los aviones, son noticia sólo cuando caen, pero son tantos los que vuelan…”. Finalmente, invitó a pedir a la Virgen “que amemos a la Iglesia como la ama Cristo, y tener la valentía de reconocernos pecadores necesitados de misericordia”, pedirle a ella “que no tengamos miedo de abandonar nuestras manos en sus manos maternales”. Y acabó su discurso de felicitación pidiendo que rezaran por él y saludando personalmente a los miembros de la Curia, que le despidieron con un aplauso. |
LA NAVIDAD DE LOS POBRES
DIEGO PEREIRA, MONTEVIDEO (URUGUAY).
DIEGO PEREIRA, MONTEVIDEO (URUGUAY).
El ambiente navideño
ECLESALIA,
26/12/14.- Estamos ya en Navidad y el mundo entero sufre una gran
explosión de emociones, luces y colores. Pero no lamentablemente poco tiene
esto que ver con el espíritu de la Navidad. Estamos tan lejos de aquel sentido
primero de la Navidad pues quedamos perdidos en el mar de propuestas del
capitalismo que nos pesca con la red de consumismo compulsivo, del “tener para
ser”, de los fuegos artificiales. Somos parte de un gran circo mundial
preparado perfectamente para convencernos de que la Navidad es simplemente una
gran razón para que todo el mundo, durante alrededor de un mes, gaste la mayor
cantidad de dinero posible con tal de no darse un tiempo de reflexión e
interiorización. La Navidad pasa a ser un barullo exterior que nos aparta del
silencio interior que todos necesitamos, de la comunión íntima con lo
importante.
Visto así pareciera que toda la
sociedad, en sus diferentes capas, pudiera cumplir con los requisitos que le
impone el mercado. Pero no, no todos lo pueden hacer. No todos en la sociedad poseen
tarjetas de crédito ni cuentas bancarias, no todos manejan chequeras, no todos
tienen tarjetas de débito, no todos cuentan con sueldos que alcancen para pagar
las cuentas del mes y guardar algo como reserva para estas ocasiones. No todos
pueden ir de compras al super y comprar sin preocuparse. No a todos le alcanza
el sueldo para irse de shopping (aprovechando la rebaja del 23%) y comprarse
hasta aquello que no necesita, y que aún le sobre dinero en su bolsillo. No a
todos le sobra para hacer esto, cuando días antes pasó el tan esperado “día del
centro” donde todos corren a aprovechar las ofertas de los productos que tanto
se desean. No, no todos lo pueden hacer. Los pobres viven de una manera muy
distinta este consumismo masivo.
Muchos son los que no tienen
sueldo, muchos los que no llegan a fin de mes, los que sacan préstamos cada dos
por tres para poder comprarse algo que los haga sentir iguales a los de la
clase pudiente. Éstos llegan a de dejar de comer bien durante un tiempo para
poder acceder a los mismos productos que los demás pero a un costo mayor: el
crédito eterno de las mil cuotas, donde se condena la conciencia a una deuda a
largo plazo. Son lo que piden prestada la tarjeta de un conocido para poder
comprarse lo que los demás tienen. Son los que lapidan de antemano su flaco
aguinaldo al cual ven como la solución a tantos problemas: el pago de las
cuentas atrasadas, la oportunidad de comprar algo nuevo para el hogar (si ya
tienen la TV plasma y el equipo de música), el hacer regalos, comprar adornos
para la navidad, comprar el cordero o el lechón para comer muy bien, el
casillero de cerveza, el pan dulce y la sidra. La felicidad pasa por lo que se
puede consumir.
La Navidad es mucho más que consumismo
- Con todo lo anterior parece que la Navidad es sólo consumir cosas, comidas, regalos, y cuentas. Pero no, la Navidad tiene otras connotaciones que tienen que ver con esa necesidad humana de reunirse para celebrar, de sentirnos unidos y poder festejar. Por eso también en toda la sociedad se experimenta la necesidad de reunirse en familia y con amigos para poder compartir un momento todos juntos, de compartir el mismo pan en la mesa y de sentir el cariño de otros mediante el recibimiento de un abrazo, de un beso, de un regalo, sin importar lo que sea. Tiene muchas veces al árbol de Navidad como centro y, en la mayoría de los casos al pesebre, aunque en el fondo la escusa es estar cerca unos de otros.
Experimentamos en el alma y en el
cuerpo esa necesidad afecto que nos atraviesa a lo largo del año y nos hace
padecer, que la vamos posponiendo por la velocidad con que vivimos a lo largo
del año entre familia, trabajo, compromisos, estudio, etc. Es el abrazo, el
beso, el cariño que se transforma en la gran descarga de emociones que el mundo
continuamente reprime porque la vida es dura y hay que estar siempre bien para
poder sobrellevar las responsabilidades. Al coincidir con el final del año la
Navidad es la oportunidad de pasar raya y hacer las cuentas, no sólo las
monetarias, sino las que tienen que ver con la propia realización, con aquellas
cosas que logré hacer y me hicieron sentir vivo, con las personas que conocí y
que se integraron a mis redes de afectos, con aquellos que perdí y que en estos
momentos siento su falta. La Navidad es oportunidad de darnos cuenta si al
terminar el año hemos crecido en humanidad o si nos hemos cosificado.
La Navidad en la Palabra de Dios
Por un lado dijimos que la
Navidad no es consumismo aunque nos quieran convencer de ello y todos seamos
víctimas del mercado, y a peor grado los pobres. Por otro lado afirmamos que la
Navidad es la oportunidad de dejar aflorar los verdaderos sentimientos que
cargamos en nuestro interior y que es la posibilidad de dar y recibir el cariño
que nos merecemos por ser seres humanos. Pero aun nos queda algo más por
intentar desvelar: la posibilidad que tienen los pobres de vivir el verdadero
significad de la Navidad, lo cual no es tan fácil para los que no lo son, ya
que el poder adquisitivo mayor es factor de mayor distracción de lo verdaderamente
importante. Vayamos a la Palabra bíblica para que nos ilumine en nuestra
reflexión.
Leemos en Lucas 2, 6-12: “Estando
ellos allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había encontrado sitio
en la posada. Había unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los
rebaños a la intemperie. Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del
Señor los cercó de resplandor y ellos sintieron un gran temor. El ángel del
Señor les dijo: -No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría
para todo el pueblo: Hoy ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías
y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre”. ¿Cómo ilumina nuestra reflexión este texto?
Intentaremos destacar algunos puntos que queremos describir:
1- Los pastores, en la
época de Jesús, eran parte de la gran masa de excluidos sociales, despreciados
no sólo en el ámbito social sino en su mismísima humanidad. Eran vistos como
esa parte escindida del pueblo elegido, pues eran pobres, y si eran pobres era
porque ellos o alguien de su familia había pecado y Dios los había castigado
con la pobreza. En un mundo donde la riqueza era vista como bendición, la
pobreza significaba que Dios se había olvidado de ellos, abandonándolos a su
propia suerte. Así ellos dedicaban sus vidas al cuidado de las ovejas y
guardaban, como todo judío religioso, la esperanza de la llegada del liberador
que les traería la vida en abundancia y la liberación de su condición de
esclavos y excluidos.
2- El anuncio del Ángel.
Más allá de la figura del Ángel nos queremos detener en el contenido de su
mensaje: la llegada del tan esperado Mesías del Pueblo elegido, no es con
bombos y trompetas, rodeado de un gran ejército poderoso y majestuoso. El
Mesías Salvador llega en forma de un niño recién nacido; Dios ha elegido para
revelarse la manera más débil de la condición humana: un bebé. Alguien
totalmente dependiente de las decisiones de una madre joven y de un padre
postizo que aún no saben bien qué hacer con lo que reciben. Es imagen de la
completa debilidad: necesita ser alimentado con leche materna, necesita abrigo,
necesita cuidados, necesita ser protegido de todos los peligros de la árida
vida propia de los pobres.
3- El pesebre. Dios no
eligió nacer en el gran Palacio de Herodes, rodeado de todos los lujos propios
de la aristocracia judía, donde no falta la comida, ni el vino, ni el mejor
coro de aduladores del poder. Tampoco ha decidido nacer en el Gran Templo de
Jerusalén donde los sacerdotes decían adorar a al Dios Todopoderoso, creador de
todo lo existente, que guió con mano firme al pueblo de la mano de los padres y
de los profetas, llegando hasta el Rey Herodes. Dios no ha elegido ni la
riqueza ni el poder de los hombres, sino todo lo contrario: ha elegido ser un
pobre completo, sin poder alguno y sin riqueza alguna. Ha elegido la debilidad
y dependencia. El pesebre quizá sea el peor de los lugares pensables para a
llegada del Mesías, del Hijo de Dios, pero así ha sido, ¿porqué? Porque Dios lo
ha querido y si lo quiso es porque era bueno.
Estos elementos analizados nos
ayudan a destacar un determiando accionar de Dios en la historia humana, que es
nuestra historia y que es la historia de Dios con el hombre, y que es allí
donde confirmamos nuestra fe en un Dios que se hizo hombre no sólo para que el
hombre lo comprenda, sino que -y sobre todo- lo hace para experimentar en su
propia carne las necesidades humanas. Creemos firmemente (y así lo confirman
los últimos estudios sobre el Jesús histórico de Pagola, Küng, Nolan, Sobrino y
tantos otros) en la veracidad del acontecimiento y por ello en ello sostenemos
nuestra reflexión.
La Navidad de los pobres: una oportunidad única
Dios regala su mensaje a los
olvidados de la sociedad, a los expulsados de los caminos por donde va el común
de la masa social. Los pobres hoy son aquellos que, aunque intenten imitar lo
que viven y tienen los ricos, no lo pueden hacer, ya que son sometidos a un
desprecio social debido a su condición de ser simplemente pobres. Pero son
ellos a los que justamente Dios elige para anunciar la llegada del Mesías.
También hoy siguen siendo los predilectos de Dios y los que más se asemejan a
su Hijo Jesús. Éstos pobres son lo que el Ángel, al dirigirse a ellos, comienza
diciéndoles: “No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría
para todo el pueblo…” El ser visitados por un mensajero de Dios los asusta.
Desde el primer momento se muestra que los pastores no se sienten merecedores
de ser los primeros en recibir la Buena Noticia. Hoy en día son muchos los
pobres que no se creen con derechos a ser felices por lo que la misma sociedad
les hace sentir. Muchos de ellos se sienten abandonados por Dios. Pero esto no
es así, pues el Dios de Jesús es justamente el Dios de los pobres, de los que
no se sienten dichosos de ser los primeros en el Reino.
Muchos pobres se avergüenzan por
vivir en las condiciones que viven: en casas hechas con restos de materiales,
chapas viejas y usadas, ventanas con nylon transparente como vidrio, puertas
herrumbradas, pedazos de muebles viejos sacados de algún basurero o construidos
con maderas encontradas en la calle, colchones viejos con olor a humedad,
frazadas viejas y sucias… Muchas personas se sienten que no pueden recorrer un
shopping con la ropa y costumbres que cargan consigo, pues la sociedad los ha
estigmatizado y les hace saber de su rechazo. Es en condiciones similares en
las cuales el hijo de Dios nace: un pesebre oloroso y sucio, utilizado como
dormitorio y de baño por animales. Es allí donde el Mesías encontró acogida y
decidió bajar al mundo terrenal del amor humano. Es allí, y bajo similares
condiciones de pobreza, que el Salvador es recibido.
¿No son, entonces, los pobres los
que Dios quiere privilegiar con su llegada? ¿Acaso no es entre ellos que el
Reino de Dios comienza a tomar forma? Desde aquel día y hasta hoy es entre los
pobres donde Dios sigue armando su carpa y en donde nos espera que lo visitemos
y lo elijamos para quedarnos a vivir con él. No es en la Meca, ni lo que queda
del antiguo Templo Judío ni los palacios del Vaticano, ni las más hermosas
estructuras que abrigan la Hostia Consagrada en sus sagrarios, sino que es la
vida misma del pobre la que nos muestra el verdadero lugar de Dios, donde
habita siempre. Si Dios elige llegar como débil y pobre entre los pobres ¿cómo
no ver en la pobreza la posibilidad de descubrir, o al menos convivir, con el
Misterio del Dios encarnado? Nuestros trabajos y esfuerzos deben posarse en la
pobreza porque es fruto del egoísmo humano que no sabe compartir los bienes que
son de todos y que algunos se lo apropian para beneficio de pocos.
Por eso son los pobres los
privilegiados. Aunque deben ser conscientes de su ser víctimas de un sistema,
también pueden sacar fuerzas del Dios de los pobres, el Dios de Jesús, que
decidió venir al mundo en situaciones como las de ellos. El pobre puede
encontrar en el pesebre de Belén la inspiración necesaria para recobrar su
dignidad de Hijo de Dios, de ser elegido directamente por el Altísimo, que lo
ama más que nadie, para saberse DIGNO de Dios, merecedor de una vida feliz y
próspera, de saberse valorado, no por lo que tenga, sino simplemente por ser
humano. Sin duda que también nosotros, todos los cristianos, tenemos la misión
de ayudarlo a ser consciente de esto por todos los medios posibles, pero sobre
todo con nuestro compromiso social, político y religioso, de luchar por un
mundo más justo y equitativo, donde todos podamos vivir bien. Dios viene en la
pobreza para que percibamos donde está la gravedad de los grandes problemas y
errores humanos.
“No caben más discusiones: Jesús
estuvo de parte de los pobres, los que lloran, los que pasan hambre, los que no
tienen éxito, los impotentes, los insignificantes” (Küng), y esta
decisión madura de Jesús le viene por una decisión anterior: la decisión de
Dios de nacer pobre entre pobres. Por eso los pobres tienen la gran oportunidad
de experimentar el verdadero Misterio de la Navidad, ya que llevan marcadas en
su alma las cicatrices de los latigazos sociales que reciben a lo largo de todo
el año. Mientras algunos intentamos adornar el árbol con un pesebre acorde al
nacimiento de Jesús, los pobres parten de su vida diaria para vivir el pesebre.
Pero también tienen esa gran posibilidad de mostrar al mundo la horrible
situación en la cual todos nosotros los hemos puesto y que esto exige un cambio
radical, una revolución urgente.
Deseo ardientemente que la
Navidad de los pobres, que no es solamente el día 25 de diciembre sino que cada
día de su vida, nos ayude a ver en ellos el verdadero rostro de Dios encarnado,
hecho hombre y despreciado hace más de dos mil años y hasta hoy. Somos nosotros
los que seguimos ignorándolo mientras comemos tranquilos en nuestra mesa mientras
Jesús nace y muere en cada hermano que sufre la pobreza. Que estos pobres de
hoy y con los que nos toca convivir, nos ayuden a animarnos a vivir el pesebre
de forma real y no solamente representado en una linda imagen de plástico o
porcelana, por más piadosa que sea. La Navidad de Jesús nos espera entre
los pobres… ¿seremos capaces de vivirla de verdad?
L'ENDEMÀ
L'endemà
comença
el Nadal
de tot l'any. (J.M. Ballarín
En la valla de Melilla
Cada Navidad hago un belén que
intento que sea especial. Me intento imaginar donde habría nacido Jesús si
hubiera nacido la Navidad de este año. Hemos idealizado el belén y lo hemos
edulcorado pero no deja de ser una denuncia anual de los excluidos. Por
eso intento cada año recuperar ese sentido. Llevo varios años en ello y mi
belén ha sido, en un campo de refugiados, en el 15M, en un acaparamiento de
tierra en América Latina, en un desahucio evitado por la PAH,… y este año ha
sido en la valla de Melilla. Lo empecé a hacer para explicar a mis hijos que
tipo de cristianismo era el mío y vi que me servía para explicarlo.
UNA POSTAL DIGNA DE SER
CARTA ALS REIS
2015
Estimats Reis: Jo com sempre feel a
la cita anual. Vos escric la meva carta per fer-vos les peticions per aquest
any 2015.
Volia dir-vos: no dugueu més mòbils
amb whatsapp, perquè estic fart de veure joves i també persones majors amb
càrrecs de responsabilitat, pendents tot lo sant dia del teclat i la pantalleta:
el temps del dinar, mentre assisteixen a un acte públic, sigui una conferència
o la presentació d’un llibre..., fins i tot durant un funeral. Pensant-ho bé,
el que vos deman és que dugueu seny, coneixement, educació i respecte a tots
els usuaris per tal que emprin, amb la mesura adequada, aquest aparell que, amb
la seva
tecnologia, ens pot comunicar amb els de lluny i, si no anam vius,
aïllar-nos dels que tenim a la vora. Ja m’enteneu.
El que sí que em podeu portar
enguany són moltes ampolletes de perfum, aigua de colònia, aroma, essència, com
li vulgueu dir, per veure si d’alguna manera podrem eliminar la pudor de la
corrupció que ens envaeix pertot arreu. Un ja no sap cap a on es pot girar, ni
de qui es pot fiar. Una vegada més i, per desgràcia, es compleix aquella dita
tan nostra: “Allà on sembla que no hi plou, no hi poden estar de goteres”. Sé
que la meva petició no mata la rel del problema però almanco mitiga el tuf.
Cada any, no cal recordar-ho,
portau en les vostres carrosses sacs de caramels. Vos deman que n’hi afegigueu
uns quants més. Convé repartir-ne a tothom: als nins, als joves, als de mitjana
edat i als vells (ara aquest mot no es pot emprar, s’ha de dir majors o tercera
edat) per endolcir, reblanir, edulcorar..., no sols el coll o la gargamella,
sinó també els cors, les paraules, les expressions de la cara... i així
eliminar mots agres, gestos amb arestes, sequedat d’esperit.
Perdonau, sants Reis, el meu atreviment.
El regal que ara vos vull comanar és molt especial i per això, el vos hauré
d’explicar una mica. Vosaltres destriàreu en el firmament l’estrella que vos
guià fins al lloc on era Jesús. Com que en sou els descobridors, és la vostra
estrella.
Disculpau la meva gosadia: me
podríeu regalar una petita part d’aquesta estrella? Mirau, les tenebres sembla
que guanyen a la llum. La fosca cada cop més envaeix el nostre món. La societat
actual va molt perduda. Ens manquen el que avui anomenam punts de referència.
En va cercam una llum que ens porti on hi ha Jesús. Si em deixau una part de la
vostra estrella lluminosa, una espipellada, vos assegur que no la me quedaré
només per a mi, la compartiré amb totes aquelles persones que cerquen i a
vegades no troben.
Vosaltres no vos cansàreu i, quan
l’estrella desaparegué de la vostra vista, seguíreu cercanti així, arribàreu
fins a Jesús. D’igual manera, estic segur que la resplendor dels bocinets de la
vostra estrella que em portareu guiaran i conduiran cap a Jesús moltes persones
que el cerquen; i aquestes mateixes espurnes de llum de l’estrella els menaran
a descobrir també el sentit de la vida i a gaudir de l’autèntica alegria.
Esper que, com sempre, atendreu les
meves demandes.
Vos estim
Andreu Genovart Orell
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